salud de los ancianos

Envejecimiento: el largo camino hacia la longevidad.

introducción

En los últimos años hemos sido testigos de un notable desarrollo de las ciencias aplicadas al envejecimiento humano. Gracias al progreso logrado en los campos médico, económico y social, la tercera edad, que alguna vez se percibió como un período de discapacidad y deterioro físico, se ha convertido para muchos en una fase de productividad continua, independencia y buena salud.

Las principales causas de muerte (enfermedades cardiovasculares y pulmonares, tumores y diabetes) son el resultado de un proceso que en muchos casos comienza ya en la infancia. Gracias a los conocimientos actuales, es posible prevenir la aparición de estas enfermedades mediante la implementación de cambios de comportamiento orientados hacia el ejercicio físico regular, un manejo racional del estrés y una dieta sobria y equilibrada, posiblemente respaldada por suplementos nutricionales. El progreso continuo de la genética nos permitirá intervenir cada vez más temprano en los factores de riesgo individuales, proponiendo programas antiaging más efectivos y personalizados. Las ciencias biotecnológicas, por su parte, proporcionarán los medios para intervenir directamente en la raíz del problema, gracias a las células madre, el ADN recombinante, la clonación y las terapias genéticas. Finalmente, en defensa de la longevidad humana, las nanotecnologías y la inteligencia artificial cada vez más desarrollada entrarán en juego. Todos estos esfuerzos ayudarán al hombre a frenar y mejorar más y más el inevitable fenómeno biológico del envejecimiento.

Índice de artículos

El envejecimiento y la esperanza de vida La teoría evolutiva no está de nuestro lado La hipótesis de la abuela El proceso de envejecimiento no es un amigo para nadie Los tres caminos de la longevidad 1er camino: prevención 2do camino: revolución biotecnológica 3er camino: revolución nanotecnológica e inteligencia artificial Conclusiones y bibliografía

Envejecimiento y expectativas de vida.

Según estimaciones recientes, los niños nacidos a principios del siglo XXI tienen una esperanza de vida de aproximadamente cien años. Hoy en día, tenemos suficiente tecnología y conocimientos médicos disponibles para permitir que una población importante apague cientos o más velas. Con el ritmo actual, la esperanza de vida humana crece en aproximadamente 2.2 meses por año, de acuerdo con una tendencia que se ha mantenido casi constante durante los últimos sesenta años.

Gracias al rápido progreso tecnológico, varios autores plantean la hipótesis de que, en los próximos años, esta tendencia no solo no se desacelerará sino que seguirá creciendo a un ritmo aún más rápido. Otros investigadores plantean hipótesis de escenarios más pesimistas y, aunque no excluyen la posibilidad de que un número considerable de personas puedan vivir más tiempo, establecen la duración máxima de la vida humana entre 85 y 90 años.

La teoría evolutiva no está de nuestro lado.

Las raíces de esta fascinante hipótesis se hunden en tiempos extremadamente remotos, cuando para sobrevivir, el hombre se vio obligado a luchar cara a cara contra los animales y el mal tiempo. En esta era de escasez, nuestros antepasados ​​ciertamente no sabían la abundancia abrumadora de las cenas navideñas o las interminables extensiones de comida colocadas en los supermercados.

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Por el contrario, competían constantemente con la naturaleza para obtener los alimentos necesarios para su sustento. En este triste escenario, la lucha por conseguir los recursos alimentarios reducidos también se extendió a los individuos que pertenecen a la misma especie. Visto desde este punto de vista, una supervivencia excesiva de los miembros más antiguos de la tribu fue perjudicial para la evolución de la comunidad en sí misma, ya que sustrajo los recursos de nutrientes ya limitados del grupo. Por el bien de la especie, el hombre tenía que vivir el tiempo suficiente y saludable para reproducirse y criar a sus propios hijos. Una vez cumplida esta función biológica primaria, siempre por el bien colectivo, habría tenido que apartarse, dejando espacio para la gente más joven. Por esta razón, era importante que en algún momento de la vida se activaran los "genes del envejecimiento", capaces de iniciar rápidamente el tema hacia un destino cruel. Al eliminar a los más viejos, los individuos más jóvenes tenían más oportunidades de sobrevivir y contribuir a la evolución de la especie según las reglas de la selección darwiniana.

En los últimos 100, 000 años, el ADN humano no ha sufrido modificaciones importantes y los "genes de envejecimiento" mencionados anteriormente continúan siendo parte de nuestro alfabeto genético. La diferencia, en comparación con entonces, es la reciente desaparición de los criterios que durante milenios han ayudado a seleccionar estos genes. Aunque muchas personas todavía luchan contra el hambre todos los días, su condición se debe esencialmente a problemas políticos y sociales, ya que hoy existen recursos naturales y tecnológicos para erradicar el hambre en el mundo.

Gracias al progreso reciente, la humanidad ya no tiene ninguna razón para aprovechar su corta existencia. Por el contrario, como veremos en el siguiente párrafo, tiene mucho interés en mantenernos vivos por más tiempo y más saludables.