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Síntomas Espondilitis anquilosante

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definición

La espondilitis anquilosante es una enfermedad inflamatoria crónica de la columna vertebral. En algunos casos, también puede afectar las articulaciones periféricas y los tendones que los mantienen juntos.

La espondilitis anquilosante afecta principalmente a los hombres y generalmente comienza entre los 17 y los 30 años de edad. Las causas de la enfermedad aún no están claras, pero varios factores parecen contribuir. Es probable que la fisiopatología de la espondilitis anquilosante provoque una inflamación inmunomediada; además, en la base parece existir una predisposición genética vinculada a la presencia de la proteína HLA-B27 o HLA-B7. La existencia de un familiar de primer grado afectado por espondilitis anquilosante aumenta el riesgo de enfermarse.

Síntomas y signos más comunes *

  • anorexia
  • Aortite
  • arritmia
  • astenia
  • dactilitis
  • disnea
  • Dolor abdominal
  • Dolor de rodilla
  • Dolor en el pie
  • Dolor de cadera
  • Dolor en la mano y en la muñeca.
  • Dolor dorsal
  • Dolores en las articulaciones
  • fiebre
  • Fracturas de hueso
  • insomnio
  • hipercifosis
  • Dolor de espalda
  • Ojos rojos
  • Piel seca
  • Perdida de peso
  • placas
  • neumotórax
  • reumatismo
  • Rigidez articular
  • Rigidez de los músculos de la espalda y cuello.
  • ciática
  • Espasmos musculares
  • Escamas en la piel
  • Estenosis vertebral
  • tos
  • Hinchazón de los huesos
  • Vertido articular
  • Visión borrosa

Direcciones adicionales

La espondilitis anquilosante se caracteriza por un dolor persistente y prolongado en la columna vertebral (durante al menos 6 meses). El dolor afecta principalmente a la parte inferior de la columna vertebral y también puede afectar a las nalgas o las articulaciones periféricas. Este síntoma tiende a desaparecer con el movimiento y el ejercicio.

Los dolores en la columna vertebral pueden alterar el sueño (dolor lumbar nocturno), mientras que en la mañana el paciente informa una rigidez articular que tiende a mejorar con el paso de las horas y se alivia con la actividad. A medida que avanza la enfermedad, las dificultades del movimiento al despertar se acentúan y duran mucho tiempo; El lumbago, finalmente, se vuelve recurrente.

Otros síntomas que pueden ocurrir en la espondilitis anquilosante incluyen fiebre leve, fatiga, anorexia, pérdida de peso y reducción de la expansión de la caja torácica.

La espondilitis anquilosante tiene una evolución negativa: las vértebras, con el paso de los años, tienden a fusionarse entre sí, causando una curvatura antinatural de la espalda. De hecho, una cifosis acentuada es frecuente en pacientes no tratados: una postura hacia adelante fija o inclinada alivia el dolor lumbar y el espasmo de los músculos paravertebrales.

Además de reducir los movimientos de la columna vertebral, puede desarrollarse una artropatía severa de la cadera. En ocasiones, una afectación periférica de las articulaciones puede causar tendinitis y deformidad en los dedos (dactilitis). Ocasionalmente, pueden aparecer signos neurológicos debido a la ciática, la radiculitis por compresión y la fractura vertebral.

La espondilitis anquilosante se asocia frecuentemente con otras enfermedades autoinmunes como la psoriasis, la uveítis, la enfermedad inflamatoria crónica del intestino, la angina y las anomalías de la conducción cardíaca. Estas manifestaciones sistémicas aparecen en aproximadamente un tercio de los pacientes.

Las alteraciones típicas de la espondilitis anquilosante se pueden resaltar con el diagnóstico por imágenes de la columna lumbar-sacra (estándar de RX, CT y MRI).

Varios tratamientos ayudan a reducir el dolor, mantener la movilidad y reducir el daño articular. Los antiinflamatorios (AINE) ofrecen alivio, alivian el dolor y el espasmo muscular. Si estos medicamentos no son efectivos, los antagonistas de TNF-a (por ejemplo, etanercept, infliximab y adalimumab) pueden ser útiles, lo que limita los efectos de la enfermedad. Sin embargo, para reducir los síntomas de las articulaciones periféricas, el médico puede prescribir medicamentos antirreumáticos.

El tratamiento también incluye actividades deportivas regulares, que no sobrecargan las articulaciones (por ejemplo, la natación) y medidas de apoyo para mantener la postura correcta y la movilidad articular.