salud del sistema nervioso

Diagnóstico de la enfermedad de Parkinson

El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson se basa en primer lugar en un examen neurológico, que incluye anamnesis y antecedentes clínicos pasados ​​y presentes, así como un examen neurológico y una evaluación de la respuesta a la terapia de reemplazo dopaminérgico.

Con respecto a la historia, al hacer preguntas específicas al paciente, y posiblemente a su familia, puede dibujar una imagen completa de la historia del paciente, como su estilo de vida, la familia de la que proviene, etc.

El cuadro clínico, por otro lado, se basa en escalas de evaluación internacional, evaluadas por médicos expertos. Por ejemplo, uno de los más utilizados es UPDRS (Escala de calificación de la enfermedad de Parkinson unificada) que consta de 4 partes en secuencia. Hay una parte I que proporciona la evaluación del estado mental del paciente, de su estado de ánimo y comportamiento; en la Parte II hay una especie de autoevaluación de las actividades diarias; La Parte III consiste en una evaluación clínica de las habilidades motoras del individuo afectado por la enfermedad de Parkinson, mientras que la cuarta parte, que también es la última, toma en consideración las posibles complicaciones motoras.

A cada parte se le asigna un valor que varía entre 0, lo que significa ausente y 4, que en su lugar significa serio; al final se obtiene una puntuación numérica que indica la progresión de la enfermedad y la eficacia clínica del tratamiento con fármacos antiparkinsonianos.

Tras el examen neurológico, se realizan pruebas farmacológicas, instrumentales y funcionales. Es importante recordar que las pruebas farmacológicas a menudo son necesarias para el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson, aunque en general lo que es significativo es una buena respuesta a la terapia con L-dopa. Para realizar estas pruebas, generalmente se utilizan apomorfina, L-dopa dispersable y L-dopa metiléster. Generalmente, cuando se usa apomorfina, hay una buena indicación de la actividad de los receptores dopaminérgicos en el cuerpo estriado. De hecho, la apomorfina es capaz de estimular estos receptores directamente; Después de 15 minutos de su administración subcutánea, se realiza la primera detección. Esta prueba se considera positiva cuando se obtiene una mejora de más del 20% en las pruebas de motores realizadas con la escala de calificación internacional UPDRS.

Con la prueba de L-dopa, la absorción intestinal, la capacidad de las neuronas residuales para convertir la L-dopa en dopamina y la eficacia del receptor, se observa. También para esta prueba, se realiza el mismo protocolo de la prueba descrita anteriormente.

En cuanto a los casos dudosos, en los que el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson se complica por la presencia de signos clínicos atípicos, pruebas instrumentales como CT y MRI (resonancia magnética) y pruebas funcionales como PET ( tomografía por emisión de positrones) y SPECT (tomografía por emisión de fotón único) que ofrecen imágenes de diagnóstico para proporcionar neuroimagen.

Sobre la base de varias escalas de evaluación internacional, como el UPDRS mencionado anteriormente o las escalas de Hohen y Yahr, se establecen los diferentes grados de discapacidad y deterioro motor-postural de la enfermedad de Parkinson. En estas evaluaciones, las escalas también se consideran la capacidad mental, la actividad de la vida diaria y las complicaciones que surgen como resultado de la terapia. Estos parámetros permiten a los especialistas cuantificar mejor las enfermedades del paciente afectadas por la enfermedad de Parkinson.