psicología

Psique precaria

Por el Dr. Maurizio Capezzuto - www.psicologodiroma.com -

En marzo de 2001 se publicó en Italia un libro de Richard Sennett titulado "El hombre flexible". El autor comienza el libro contando una reunión que tuvo lugar un día en el aeropuerto. Mientras el protagonista esperaba la llamada para su vuelo, conoció a un hombre que no había visto en más de quince años: Rico, el hijo de Enrico. Del nombre dado a los personajes ya entendemos que el autor quiere transmitir la idea, por una parte, de una identidad completa (Enrico), por la otra, de una identidad media (Rico es solo una parte de enRico!) El autor cuenta que lo que más le impactó cuando se encontró con Enrico fue la linealidad del momento de su vida. Enrico había creado un camino muy claro en el que sus experiencias, tanto desde el punto de vista material como desde el punto de vista psicológico, se presentaban como una narrativa lineal.

La vida de Enrico estuvo representada por una serie de objetivos que se habían logrado durante su viaje. Había reunido a tiempo la suma que le permitiría comprar una casa donde vivir con su familia. Con el tiempo, había elevado la suma para permitir que sus hijos asistieran a la universidad. Siempre había adquirido experiencias y habilidades que le permitían tener una serie de promociones en el trabajo. En otras palabras, Enrico sintió que se había convertido en el creador de su vida y esto le permitió desarrollar un sentido de autoestima. Rico, el hijo, sin embargo, había logrado convertirse en un hombre exitoso. Había cambiado varias empresas, recibiendo siempre un mayor reconocimiento social y económico. Rico, sin embargo, albergaba varios miedos: el temor de no conocer a sus hijos, de no poder transmitir los valores que le había transmitido su padre, de no estar preparados para enfrentar las dificultades conyugales, de no sentir el afecto de sus amigos que, debido a las diversas transferencias, habían fracasado cada vez más.

En el desarrollo de la historia, el sentimiento de inquietud se vuelve más palpable, lo que permite al lector identificarse con la precaria condición que experimenta Rico.

Tomando esta historia como punto de partida, no quiero decir que un hombre que haga el trabajo como empleado (el llamado trabajo fijo) sea más sereno que un trabajador independiente y viceversa. Lo que me interesa destacar es cómo esta nueva concepción del trabajo afecta a nuestra psique. No es necesario ir más allá de las fronteras de nuestro país para realizar estos cambios. En la Italia de posguerra, las personas que trabajaban en Fiat, por ejemplo, no eran simples trabajadores empleados por la familia Agnelli. Eran personas que contribuyeron al renacimiento, así como a su familia, también de Italia. Estaban orgullosos de trabajar en Fiat (así como en cientos de otras compañías en Italia) y las horas dedicadas a atornillar los tornillos no fueron solo un trabajo estereotipado. En esa rutina había mucho más. Hubo la idea de dar dignidad a las horas pasadas en esa empresa. En esas horas, el ego no fue anulado porque era parte activa de un proyecto mucho más ambicioso. En esas horas, la persona no tenía la sensación de ser un objeto que tiene como único objetivo, el de acumular otros objetos. Fue el individuo el que se definió a sí mismo y el objeto no tenía el poder de proporcionar identidad, sino que simplemente seguía siendo lo que es: un instrumento capaz de simplificar la vida (¡con la condición de que se use bien!). Cuando la persona es el arquitecto de su vida, puede sentirse satisfecha, de hecho, orgullosa. La posibilidad de construir una historia le permite al individuo "seguir un hilo" y, por lo tanto, darle coherencia y continuidad a su vida, en otras palabras, para darle significado. Desafortunadamente, el concepto de trabajo actual limita este proceso por mucho. Los medios de comunicación, nuestros políticos, nuestros administradores son muy conscientes del daño que han generado pero, como en un círculo vicioso digno de las psicopatologías más crónicas, no hacen más que negar y de-concientizar mistifican la realidad. Y aquí aparecen en la televisión los llamados "ganadores" que dicen haber logrado alcanzar sus objetivos, que se han dado cuenta; y usted, que está en el otro lado, piensa que es un inepto, que solo es su culpa de su estado, que usted es el único responsable, que confunde el camino, la dirección, la velocidad si persigue objetivos móviles, que se reducen. porque están cada vez más lejos.

En la realidad actual, también existe un fenómeno paradójico: los primarios se intercambian por primarios y viceversa. Es primordial cambiar el automóvil porque no es el último modelo en el mercado y secundario para establecer relaciones significativas o volverse independiente de la familia de origen.

De esta manera, la persona confunde los significados y los niveles: el sentido del Ser se convierte en el sentido de las cosas y las responsabilidades sociales se convierten en fallas personales.

Con esto no quiero solicitar ni justificar una actitud pasiva hacia la vida, pero quiero enfatizar que la forma en que entendemos el trabajo influye en nuestra psique. Ya en el siglo XIX, Marx argumentó que el trabajo es lo que caracteriza al hombre "particularmente". A través del trabajo, el hombre mejora sus condiciones de vida material; en ella, el hombre refleja todo de sí mismo, lo que piensa, lo que siente. A través del trabajo, el hombre invierte la relación con la naturaleza, la transforma, la convierte en sus fines.

Sin embargo, en la era capitalista, Marx ve el trabajo "fuera" del trabajador, lo hace insatisfecho, infeliz, agota su cuerpo y destruye su espíritu. Ya no es la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer necesidades extrañas.

En el proceso de creación de identidad, el concepto de "base segura" es muy importante, que corresponde a la presencia de una figura significativa capaz de hacer que el niño esté seguro y capaz de explorar el mundo gracias a la conciencia de este faro que lo guía y en cuál se puede confiar. Por analogía, la condición precaria en el lugar de trabajo no permite la adquisición de un sentido de seguridad que permita la exploración: una persona que tiene una condición laboral precaria difícilmente puede adquirir una planificación de la vida, incluida la relacional.

Forzado en esta situación, no pudiendo satisfacer las necesidades primarias (autonomía, descubrimiento, planificación, afectividad), el hombre corre el riesgo de reemplazar estas necesidades con otras, más inmediatas y menos exigentes, pero eso hace más Evanescente la idea del yo, más masificada. La masa se traga al individuo y lo hace olvidar las peculiaridades, por lo que la identidad pierde sus límites y se vuelve cada vez más borrosa e indefinible.

La precariedad del trabajo es como el rey Midas, pero con resultados muy diferentes: el primero transformó en oro todo lo que tocaba, el segundo hace que todo sea precario, incluso la identidad.