Por el Dr. Maurizio Capezzuto - www.psicologodiroma.com -
La primera responsabilidad de una persona es ser el testimonio de sí mismo. La responsabilidad y el respeto por nosotros mismos y las personas que nos rodean deben ser la base sobre la cual construyamos todas nuestras relaciones. El término individuo deriva del latín IN (no) y DIVIDUUS (divisible, separable). Medios individuales por tanto: que no se pueden dividir. El individuo no puede ser dividido, ni como una sola entidad ni desde el contexto interpersonal en el que vive. Podríamos definir a un individuo autónomo cuando es capaz de tratar a los demás como se trataría a sí mismo y, al hacerlo, adopta un comportamiento individual, que le es propio, libre de condicionamientos externos.
Desarrollar este sentido de diferenciación a partir de reglas, modelos y cánones preestablecidos es fundamental para nuestro bienestar psicofísico.
Este principio debe acompañarnos en el contexto de todas las relaciones, especialmente en las relaciones de amor. Una relación sentimental en la que uno es llevado a establecer lo que es correcto de lo que es injusto, lo que es legal de lo que es ilícito, lo que es moral de lo que es inmoral, no solo tiende a privarnos de nuestra libertad, sino sobre todo Pisotear nuestra dignidad de ser humano. Nadie debería realmente determinar con qué modelo debemos identificarnos. Nuestra fisonomía psicológica debe ser el resultado de experiencias derivadas de nuestros deseos, nuestras elecciones y no el resultado de tendencias coercitivas implementadas por las personas que nos rodean. Como se mencionó anteriormente, la recuperación de nuestra individualidad es una tarea larga y ardua que debemos llevar a cabo con nuestra propia fuerza. Como diría el prof. Aldo Carotenuto: "no emprender este viaje hacia la conquista de la autonomía significaría tener que pagar un precio muy alto, transformándonos en seres vivos que no tienen conciencia de su propia existencia".