
El dicho deriva de una antigua creencia de que los cocodrilos derramarían lágrimas de arrepentimiento después de alimentarse de sus presas. En la cultura popular, esta forma de hablar se refiere a una persona que primero comete intencionalmente una mala acción y luego pretende sentirse arrepentida.
De hecho, los cocodrilos "lloran" por razones fisiológicas, es decir, para lubricar y limpiar el globo ocular a fin de facilitar el movimiento del segundo párpado, utilizado durante la estancia en el agua. Además, a través de las lágrimas, el cocodrilo expulsa las sales que se acumulan en el cuerpo.