enfermedades infecciosas

Contagio y guerras biológicas en la historia.

El temor de que algunos conflictos puedan resultar en el uso de armas biológicas por parte de terroristas es puesto en evidencia periódicamente por los medios de comunicación.

Volviendo a la historia, sin embargo, nos damos cuenta de que el uso de armas biológicas por parte del hombre tiene raíces antiguas. Por ejemplo, ya en el 400 aC, los arqueros escitas infectan sus flechas al sumergirlas en el estiércol, cuerpos o sangre de cadáveres para infectar al oponente.

En 1347, durante el sitio de la colonia genovesa de Caffa (hoy Feodosija), los tártaros afectados por una epidemia de peste lanzaron los cadáveres plagados más allá de las murallas de la ciudad, con la ayuda de las catapultas. Desde esta colonia genovesa, entonces, la plaga negra se propagó rápidamente a través del comercio con Italia, dando paso a una de las epidemias más devastadoras en la historia de la humanidad.

En 1710, durante la guerra ruso-sueca, parece que los generales enviaron a sus soldados a la plaga en la línea del frente para morir entre las guarniciones enemigas e infectarlos.

En 1763 en Nueva Escocia, el general Jeffrey Amherest donó mantas del virus de la viruela a los indios canadienses, lo que resultó en el exterminio de todo el pueblo.

Casi al mismo tiempo, los británicos enviaron prostitutas afectadas por la sífilis entre los maoríes de Nueva Zelanda.