Si observamos la imagen de abajo, podemos ver que existe una fuerte variación hormonal durante el año.
Responsable de este mecanismo es el llamado "reloj interno", una especie de centro de control que regula nuestros ritmos biológicos.
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En los meses de invierno, el cuerpo humano produce más cantidades de cortisol, una hormona que promueve la acumulación de grasa, especialmente en la región abdominal. Una de las propiedades del tejido adiposo es actuar como un verdadero aislante térmico, protegiendo al cuerpo de las duras temperaturas exteriores. Esta función, esencial para el hombre primitivo, ha sido heredada y explica, al menos en parte, el fenómeno por el cual tendemos a ganar peso, especialmente durante los meses de invierno.
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En los meses de verano, en cambio, existe un pico de secreción de hormonas anabólicas (GH E TESTOSTERONA). La GH, también llamada hormona del crecimiento o somatotropina y testosterona, son hormonas lipolíticas y, por lo tanto, favorecen la eliminación del exceso de grasa corporal.
Además, la testosterona, la hormona masculina por excelencia, tiene entre sus muchas funciones la de estimular la libido en ambos sexos. Un aumento en los estímulos sexuales durante este período tenía como objetivo dar a luz a los hijos nueve meses después, es decir, en primavera y principios del verano, un período en el que la disponibilidad de alimentos era mayor.
Obviamente, estas no son las únicas razones que explican las variaciones hormonales durante el año. Detrás de estos cambios hay, de hecho, mecanismos fisiológicos más complejos, que, sin embargo, se pueden remontar a las motivaciones informadas en este artículo.
